Oración al Padre Pío por los seres queridos fallecidos – El Padre Pío siempre recordaba el alma de todos los fieles difuntos en sus oraciones – especialmente durante la Misa. – Para el Padre Pío, la vida de nuestros queridos difuntos era como una lección indispensable para los que aún se encuentran con vida. Él dijo: “Hay más almas en el purgatorio las cuales suben a esta colina (en San Giovanni Rotondo), almas de hombres y mujeres vivos quienes asisten a mis Misas y buscan mis oraciones”.
Oración de sufragio por los seres queridos difuntos
Dulce Padre Pío, con tu gran clemencia, socorre a todas las almas de nuestros queridos difuntos – consuélalas e intercede por ellas para que puedan entrar en el Cielo lo antes posible para alabar al Señor por siempre. Amado Padre Pío, apelamos a la gran bondad que nos ha mostrado a nosotros, pobres pecadores, y te imploramos que libere las almas de nuestros difuntos que sufren en el Purgatorio. Nos acercamos a usted en nombre de todos nuestros hermanos y hermanas que viven en la fe y que ya han fallecido, los que ahora duermen en un sueño eterno.
Glorioso Padre Pío, nuestro valioso protector, venimos a usted en oración por nuestros difuntos. Te rogamos que nos concedas la gracia para que las puertas de la Ciudad Santa, la Jerusalén Celestial, sean abiertas a las almas de nuestros queridos. Que puedan alabar, junto a usted, a los ángeles, a todos los santos y al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Padre Pío, que descansen en paz. Amén
Si me amas, no llores
Si conocieras el misterio inmenso del cielo donde ahora vivo. Si pudieras ver y sentir lo que yo veo y siento en estos horizontes sin fin; si pudieras gozar de esa paz indefinible que todo lo envuelve y todo lo penetra, no llorarías. Ahora el encanto de Dios me absorbe con su inmensa belleza. Las cosas de otro tiempo se ven tan pequeñas y mezquinas en su comparación.
Conservo el cariño hacia ustedes, esa ternura que nunca se ha apagado. Sí, nos hemos amado en el tiempo, pero entonces todo era fugaz y limitado. Yo ahora vivo en la serena y gozosa espera de tu llegada. Tú piénsame así. En tu sufrimiento, piensa en esa maravillosa “Ciudad Santa” donde la muerte no existe y donde, juntos, podemos saciar nuestra sed en la fuente inagotable del amor y la alegría eternos. Si me amas de verdad, no llores.