La Iglesia de Santa María de los Ángeles en Pietrelcina, donde Padre Pio celebró su primera misa, se convirtió en un lugar de profunda espiritualidad y unión mística con Dios. Fue aquí donde el santo experimentó éxtasis y la fusión de los corazones con Jesús, haciendo de este templo su refugio de oración y un espacio de gracia divina.
La Iglesia de Santa María de los Ángeles
La Chiesa di Santa Maria degli Angeli (Iglesia de Santa María de los Ángeles), situada en el corazón de Pietrelcina, es un lugar que marcó el apostolado de Padre Pío, quien celebró aquí su primera misa. Con su estilo neoclásico, la iglesia se erige como una verdadera joya de espiritualidad. Reconstruida tras el terremoto de 1688, fue consagrada por el Cardenal Orsini en 1701. Posteriormente, la Iglesia de Santa María de los Ángeles fue ampliada y modificada, adquiriendo su aspecto actual, con un campanario que incluye un reloj. En la cima del campanario se encuentra un gallo de 60 cm, realizado en 1892 por el maestro platero Abele Mandato. En su interior, envuelta en una atmósfera de recogimiento y devoción, se conserva una estatua de madera policromada de la escuela napolitana, que data de finales del siglo XVII. La estatua representa a la Madonna della Libera, patrona de Pietrelcina, a quien Padre Pío llamaba cariñosamente “la Madonnella nostra” (nuestra pequeña Madonna).
Un portón que cuenta la santidad
En el año 2000, la fachada de la iglesia fue adornada con un magnífico portón de bronce, decorado con ocho paneles que narran episodios significativos de la vida de Padre Pío. Este detalle convierte a la iglesia en un lugar no solo de oración, sino también de memoria. Cada elemento arquitectónico y artístico en la iglesia cuenta la historia del santo.
La primera misa y el camino sacerdotal
El 14 de agosto de 1910, apenas cuatro días después de su ordenación sacerdotal, Padre Pío celebró su primera misa en la Iglesia de Santa María de los Ángeles(Chiesa di Santa Maria degli Angeli). Fue un momento de gracia y recogimiento, el inicio de su apostolado. En esta iglesia, Padre Pío vivió interminables momentos de oración e intimidad con Dios, éxtasis a los pies del altar y el fenómeno místico de la fusión de los corazones: “El corazón de Jesús y el mío, permítanme la expresión, ya no eran dos corazones que latían, sino uno solo. Mi corazón había desaparecido, como una gota de agua que se pierde en el mar.” Y agregó: “Siento todo mi ser arder sin fuego… mil llamas me consumen, siento que muero continuamente y, sin embargo, sigo vivo.” El espacio sagrado, simple y solemne, se convirtió en un refugio espiritual para él, donde cada oración parecía disolverse en el misterio de la presencia divina.