La mañana del 20 de septiembre de 1918, Padre Pio se arrodilló en oración frente al crucifijo. Mientras meditaba sobre la Pasión de Cristo, sintió un dolor intenso y se dio cuenta de que tenía heridas similares a las de la crucifixión. Eran los estigmas. Desde ese momento, su vida y la del convento cambiaron profundamente, atrayendo a numerosos fieles en busca de apoyo espiritual.
Los Estigmas: un Signo Visible de su vínculo con Cristo
La mañana del 20 de septiembre de 1918, después de celebrar la misa en el convento de Santa María de las Gracias en San Giovanni Rotondo, Padre Pio se arrodilló en oración frente al crucifijo. Mientras meditaba sobre la Pasión de Cristo, experimentó un dolor intenso y descubrió que tenía heridas que se parecían a las de la crucifixión. A partir de ese momento, su vida y la del convento cambiaron profundamente. Numerosos fieles acudieron en busca de consuelo espiritual. Las heridas visibles de Padre Pio no solo suscitaron devoción y admiración, sino que también llamaron la atención de la ciencia y de la Iglesia Católica, quienes empezaron a cuestionar su origen. Los estigmas se convirtieron en un signo visible de su profunda unión con Cristo y de su misión espiritual.
Los Estigmas de Padre Pio: la Perspectiva Científica
Los estigmas de Padre Pio eran un signo tangible de su profundo amor por Cristo. Fueron una sufrimiento que aceptó en silencio y ofreció por el bien de las almas. Los estigmas de Padre Pio fueron objeto de estudios científicos, frecuentemente impulsados por la propia Iglesia, para intentar comprender si su origen era sobrenatural o natural. El doctor Luigi Romanelli, el primer médico en examinar a Padre Pio, llevó a cabo una investigación meticulosa y respetuosa. En su informe, describió las lesiones como “profundas, sangrantes, sin infección ni signos de curación”. A pesar de su examen detallado, las lesiones no pudieron ser explicadas, dejando a la ciencia incapaz de ofrecer una respuesta definitiva sobre su naturaleza. Pocos meses después, el patólogo romano, doctor Amico Bignami, abordó el caso con escepticismo. Sugirió que las heridas podían ser el resultado de autosugestión o de factores psicológicos. Sin embargo, no pudo explicar por qué las lesiones sangraban continuamente sin cicatrizar ni infectarse. Sus afirmaciones solo intensificaron el misterio. El profesor Giorgio Festa, cirujano, observó los estigmas con rigor científico y una reverencia personal. Concluyó que el fenómeno no podía ser explicado por las leyes naturales. Sus resultados fortalecieron la idea de que las heridas tenían un origen sobrenatural, aumentando la fascinación pública y el debate en la Iglesia. En cambio, Padre Agostino Gemelli, psicólogo y médico, expresó un claro escepticismo. Tras una breve conversación con Padre Pio, que duró solo unos minutos, y sin examinar las heridas, afirmó: “No hay nada de sobrenatural en este caso”. Gemelli sugirió que los estigmas eran el resultado de un desequilibrio psicológico o una manipulación intencionada. Su influyente opinión fue determinante en la respuesta inicial del Santo Oficio, sembrando dudas y llevando a la imposición de restricciones sobre Padre Pio.
El enfoque prudente de la Iglesia
En medio del debate, la autoridad eclesiástica adoptó una postura cautelosa. El Santo Oficio, preocupado por los riesgos de fanatismo, impuso severas restricciones al ministerio de Padre Pio en 1923. Se le prohibió celebrar la misa públicamente y administrar los sacramentos. Estas medidas buscaban poner a prueba su obediencia a la autoridad eclesiástica y moderar el creciente entusiasmo entre los fieles. Padre Pio aceptó esas restricciones con humildad, considerándolas como una manifestación de la voluntad divina. “Es la voluntad de Dios a través de la Iglesia”, les dijo a sus hermanos, mientras continuaba su vocación en silencio, dedicándose a la oración y a la reflexión. Con el tiempo, el Santo Oficio reconoció la inquebrantable humildad y la integridad moral de Padre Pio. Las restricciones fueron gradualmente levantadas, permitiéndole retomar su actividad pastoral. Hasta su muerte en 1968, fue una guía espiritual para millones de personas, dejando un legado perdurable de fe y devoción. Los estigmas de Padre Pio, aceptadas con humildad y amor, cuentan su profundo vínculo con Cristo y su sacrificio por la humanidad.