Como el Padre Pío, preparémonos en estas fiestas navideñas para acoger el nacimiento de Jesús hecho hombre y dejar que reine en nuestras vidas.
Padre Pío, la Santa Navidad y el nacimiento de Jesús
El Padre Pío amaba la Santa Navidad y tenía una especial devoción por el Niño Jesús, de hecho hizo personalmente el pesebre en su casa de Pietrelcina. En una pequeña gruta disponía cuidadosamente la Virgen y San José, el buey y el asno, los Reyes Magos, los pastores con las ovejas y todos los demás personajes. Colocó el pesebre hecho por el cuidadosamente en el centro de la gruta, y en la noche de Navidad, a medianoche, el Padre Pío colocó al Niño Jesús en él.
El apego del Padre Pío a la Navidad y su especial devoción por el Niño Jesús le acompañarían durante toda su vida. En una carta escrita próxima a la Navidad, el Padre Pío describía a una de sus hijas espirituales los sentimientos que llenaban su corazón, al pensar que Jesús estaba a punto de nacer: «Al comienzo de la sagrada novena en honor del santo Niño Jesús, mi espíritu se sintió renacer en una nueva vida: el corazón se siente lo suficientemente pequeño como para contener los bienes celestiales; el alma se siente completamente desenredada en presencia de esto, nuestro Dios hecho carne por nosotros. ¿Cómo puedes resistirte a no amarlo siempre con un nuevo ardor? » (Ep. II, p. 272)
La celebración eucarística de la vigilia de Navidad fue vivida por el Padre Pío con inmensa alegría. En un testimonio, Renzo Allegri cuenta la experiencia que tuvo con el Padre Pío en las proximidades de la Navidad: «Estábamos recitando el rosario mientras esperábamos la misa. El Padre Pío estaba rezando con nosotros. De repente, en un aura de luz, vi al Niño Jesús aparecer en sus brazos. El Padre Pío se transfiguró, con los ojos contemplando al niño resplandeciente en sus brazos, su rostro transformado por una sonrisa de asombro. Cuando la visión desapareció, el Padre Pío se dio cuenta, por la forma en que lo miraba, de que yo lo había visto todo. Sin embargo, se acercó a mí y me dijo que no se lo mencionara a nadie ».
También nosotros, como el Padre Pío, debemos prepararnos para acoger a Jesús en nuestro corazón, haciéndole reinar en nuestra vida, y «acerquémonos al Niño Jesús con un corazón puro, limpio de todo pecado, y podremos comprender cuán dulce y afable es amarlo». (Ep. II, p. 272)
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